Donde la selva habla


En lo profundo de la selva amazónica ecuatoriana se encuentra la comunidad indígena de Turikia, la primera de la Nación Sápara, pueblo originario de este territorio. De aquí partieron las y los rukuguna sapara (antiguos sápara) a formar el resto de comunidades en su actual territorio. Su lengua, casi extinta, se niega a morir. Su historia, escrita en el paisaje, sobrevive en la memoria de sus adultos mayores. Y su tradición más reconocida es la particular habilidad que tienen para soñar: son conocidos por ser un pueblo que sueña, a través de sus sueños dialogan con la selva.

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Comunidad sapara ancestral del Torimbo
Ramiro Aguilar Villamarín

La Nación Sápara tiene una historia milenaria. Aunque existen registros de su presencia desde la época de la Conquista, fue recién a mediados del s. XIX que se los contabilizó como alrededor de los 20,000 integrantes; pero hoy apenas sobrepasan los 500. Desde la época colonial hasta la actualidad han resistido las pestes del hombre blanco, la sobreexplotación de su mano de obra en las reducciones y en el boom cauchero, y el fraccionamiento de su pueblo con las misiones religiosas y la guerra entre Ecuador y Perú en 1941.

En las últimas décadas, los descendientes de los antiguos sápara han enfrentado los intereses estatales y foráneos de explotar los recursos del territorio: petróleo y madera. Y aunque su modo de vida tradicional y armónico con la naturaleza ha sido su forma de resistir y sobrevivir, hasta ahora siguen siendo excluidos y marginalizados de derechos básicos como el acceso a servicios de salud, educación de calidad, comunicación con el exterior y transporte público. Estos derechos son sobre todo negados a las comunidades más adentradas en la selva, una de ellas es Turikia.

En este panorama, la primera comunidad que se formó de esta nación originaria es un ejemplo de la resistencia y lucha cotidiana de un pueblo amazónico que se niega a morir. Turikia, como parte de la Nación Sápara, y el resto de los pueblo originarios de la Amazonía, son los responsables de haber creado y mantenido la inmensa biodiversidad que caracteriza a esta inmensa cuenca. Sin ellos, la selva no existiría.

Este proyecto testimonia la cotidiana resistencia al exterminio sistemático y aún presente por el cual ha atravesado la Nación Sápara. Representa el trabajo, desde 2018, de más de dos años de investigación y más de un año de compartir con las y los sápara de Turikia. En todo este tiempo he aprendido que su forma de vida es prueba de que el ser humano no es lo peor que le ha pasado al planeta, sino de que necesitamos ver y tratar al mundo de una forma radicalmente diferente, como un gran bosque con el que es posible comunicarnos, y así formar sociedad con la gran diversidad de seres (humanos y no-humanos) que lo habitan.

Con Turikia indago en la fotografía como un acto social, el proyecto entero es el tejido de las diferentes relaciones que como investigador/fotógrafo establecí con la comunidad. La fotografía pasó de ser una mediación a ser una relación. Desde el inicio formamos un vínculo basado en la reciprocidad, mismo que ha devenido en una fuerte amistad.

No pretendo imponer una única visión ni lectura sobre este pueblo, ni cómo es la comunidad, ni cómo se vive en la selva. Al contrario, mi intención es poner en duda la misma autoría de estas imágenes: cada foto es la representación de un encuentro, a través de ella habla tanto quien tuvo la cámara como quienes estuvieron frente al lente. La imagen se debe a ambas partes así como a quien las observa y lee. Aquí expongo las relaciones que este mestizo de la ciudad mantuvo con esta particular sociedad amazónica: con sus habitantes, con las actividades y materialidades que compartimos, con el río y con el monte. Es así que este proyecto, más que ser la historia de Turikia, es la historia de nuestro encuentro.